Entrevista de Claudia Palacios
Twitter: @Claudiapcnn
El padre Jorge Humberto Peláez alista su llegada a la rectoría de la Universidad Javeriana en Bogotá, un reto que le exige mirar el rol del alma mater en la sociedad, en las circunstancias de un eventual postconflicto y cuando se demandan cambios en la forma y en el fondo de la educación. Con la actitud de valluno que los años en Medellín no lograron quitarle –aunque sí el acento–, el padre Peláez prepara su aterrizaje en la capital mientras hace lo que él llama un duelo por dejar su Cali del alma.
Claudia Palacios: Padre, ¿cómo lo recibe la Rectoría?
Padre Jorge Humberto Peláez: He trabajado 33 años en la Javeriana. Mi opción de vida ha sido la educación universitaria. Yo pasé los primeros 21 años en Bogotá y los últimos 12 en Cali. Al regresar como rector, estoy haciendo una reinducción porque los procesos universitarios cambian a una velocidad de vértigo. La universidad que dejé hace 12 años es otra. Fui profesor durante 20 años, fui decano, pero esto cambia como cambia el país. He empezado mi contacto conversando con los decanos: en las facultades es donde se debaten los grandes problemas, se hace investigación, etc. Estoy haciendo dos preguntas a los decanos, les digo: “Mire, no me presente un power point, solo quiero que haga una sugerencia y que me cuente el punto crítico de la facultad”. Esta conversación me va dando alguna visión
Claudia Palacios: ¿Le ha sorprendido alguna de las respuestas de los decanos?
Padre Jorge Humberto Peláez: Sorpresa no, pero sí me sirve para tomar conciencia de cómo el entorno va exigiendo el desarrollo de competencias nuevas o las de siempre con toques particulares. Pensemos, por ejemplo, en los avances en la gestión de las empresas: hay que acompañar esa dinámica de actualización de los estudiantes y las carreras.
Claudia Palacios: ¿Cuál de los énfasis de hace 10 años está llamado a recoger?
Padre Jorge Humberto Peláez: Por ejemplo, en el campo del desarrollo del software: en este momento la venta de portátiles ha caído y han sido reemplazados por las tabletas y los teléfonos inteligentes, entonces ahí hay un desafío enorme. Otro ejemplo es el desarrollo de la industria de los videojuegos.
Claudia Palacios: Para esto se necesita que la empresa privada participe de forma más activa en la formación de los estudiantes. ¿Cómo involucrarla?
Padre Jorge Humberto Peláez: El primer paso es fortalecer las relaciones con los egresados, ellos están ubicados en el país real. Hay que escuchar con mucho interés los insumos que llegan de nuestros egresados.
Claudia Palacios: ¿Y eso no está pasando?
Padre Jorge Humberto Peláez: Sí, sí se está dando, pero hay que dinamizar procesos. No pretendo inventar nada, solo no bajar la guardia. Uno de los peligros del mundo académico es vivir de las glorias pasadas. Fácilmente, esa satisfacción nos hace perder la dinámica de la innovación.
Claudia Palacios: ¿Cuál es el desafío que usted se pone para ubicar a la Javeriana en el ranking mundial de universidades?
Padre Jorge Humberto Peláez: Hay que estar comprándose para aprender de las mejores prácticas, para compartir información. En eso se ha avanzado muchísimo. Antes, las universidades éramos muy celosas; ahora hay un flujo de información fantástico. En ese diálogo todos aprendemos de todos.
C.P.: Pero, padre, la gente piensa que sería bueno que sus hijos estudiaran el pregrado en Colombia y el postgrado en el exterior, porque se percibe que la educación afuera es mejor.
P.J.H.P.: No. En todas partes hay de todo. Yo sugiero que el pregrado se haga en el país de origen. Es un período de formación fundamental, es donde se hacen los amigos. El postgrado sería bueno hacerlo afuera, no porque sea mejor, sino porque da una experiencia muy interesante. Un componente esencial de la educación hoy es la internacionalización, y eso no se reduce a la movilidad de estudiantes y de profesores. Desde los currículos hay que internacionalizarse, que un profesional cualquiera sea ciudadano del mundo. Un mundo globalizado exige de competencias interculturales.
C.P.: Las universidades tienen un gran reto para aportar en el postconflicto. ¿Qué ofrece una universidad como la Javeriana en este sentido?
P.J.H.P.: La gran apuesta es la paz. Frente a esa realidad tan amplia y tan desafiante, las instituciones tenemos que ubicarnos en nuestras fortalezas. Por ejemplo, la formación para el trabajo de los desmovilizados, ese es un aspecto; otro es el fortalecimiento de la institucionalidad del país. Ahí juegan un papel esencial las facultades de derecho: todos esos procesos de aplicación de la justicia tan complejos son un enorme desafío. El postconflicto nos abre unos horizontes fascinantes a los investigadores y académicos para ofrecer elementos para la formulación de política.
C.P.: ¿Qué tiene para aportar la Javeriana en este campo?
P.J.H.P.: Por ejemplo en el campo de las ciencias jurídicas, de las ciencias económicas y administrativas, con políticas de desarrollo y empleo. Tenemos un área de la salud, que es de una dimensión descomunal; y de ciencias sociales, que pueden prestar el servicio en la reconstrucción. Con tanto dolor, tiene un papel enorme una facultad de psicología, una facultad de educación, que deben ayudar a que esas mujeres y hombres vivan una resiliencia.
C.P.: La Javeriana qué ha pensado para la formación de los desmovilizados que vaya más allá de lo que pueda hacer el Sena.
P.J.H.P.: En este momento, la mente de los empresarios tiene que abrirse para acoger dentro de su fuerza laboral a los desmovilizados. Hay que capacitar y acoger con generosidad.
C.P.: Eso por parte de los empresarios. ¿Y de la Universidad?
P.J.H.P.: Hay que pensar porque no es solo acoger sino cómo lo nivelamos para que pueda tener acceso. No podemos tener ingenieros de primera y otros a quienes hemos recibido solo porque sí, sino garantizar que tengan verdaderamente acceso a una educación de calidad.
C.P.: Y el otro inconveniente sería el costo. Quiero que me hable de eso Padre, cuáles son las oportunidades para que personas de bajos recursos puedan acceder a la Javeriana.
P.J.H.P.: Primero, la calidad cuesta. Tener una planta de profesores de alta calidad cuesta. Tener una infraestructura de laboratorio, etc., cuesta. La universidad no recibe un peso del Estado, se financia con matrículas y consultorías. Entonces, la universidad tiene que ser muy responsable en esa materia. Hemos desarrollado un portafolio de becas muy significativo.
C.P.: ¿Qué más se podría hacer?
P.J.H.P.: El trabajo con los egresados, por ejemplo. En nuestra sociedad no hay una cultura de ayuda a su universidad, y en eso hay que trabajar. No tengo cifras sobre becas. Hay que dar facilidades de pago. Unos créditos a bajo costo.
C.P.: Usted como especialista en bioética, ¿qué opina del matrimonio entre los homosexuales y la adopción por parte de esas parejas?
P.J.H.P.: Sobre eso preferiría no pronunciarme. La universidad debe ser teatro para que se den esos debates entre los grupos de especialistas.
C.P.: Pero, por ejemplo, en relación con la formación religiosa, esta es una universidad jesuita, ¿cuál es el mensaje?
P.J.H.P.: La universidad es profundamente respetuosa de la libertad de conciencia. Es un elemento esencial. Tiene una posición como institución católica, pero no discrimina a nadie. En la universidad caben todos. Hay un profundo respeto a la diversidad.
C.P.: Ahora que va a dejar Cali…
P.J.H.P.: ¡Ay!, estoy elaborando un duelo. Cali ha sido una experiencia fantástica. Yo nací en Cali, a los 7 años me fui y regresé 50 años después, hablando paisa. Yo vivo encantando en Cali. La gente tiene una gran capacidad de expresar afecto. La universidad ha establecido una red de relaciones con el entorno: por ejemplo, durante estos años, con el sector azucarero, con los afro, la confianza con las comunidades indígenas del Norte del Cauca, con los empresarios. Eso es más fácil de hacer en Cali que en una ciudad como Bogotá. Además de la naturaleza. Mi oficina en Cali estaba rodeada de palmas, veías las ardillas, y ahora en Bogotá solo veo los carros de la Séptima.
C.P.: Bueno pero aquí hay mucho valluno que lo puede apapachar. Pero, padre, el Valle del Cauca es una de las regiones donde se hace más difícil romper esa barrera entre las clases sociales, por una especie de sistema feudal que de alguna manera predomina. Y algunos creen que eso es lo que hace que a pesar de haber signos positivos, no produzca un efecto más rápido. ¿Cuál es su diagnóstico?
P.J.H.P.: Yo diría que una de las equivocaciones grandes que cometió la clase dirigente del Valle del Cauca fue que el sector privado le diera la espalda al sector público. El sector privado se desentendió de los procesos políticos. Siguió sus procesos empresariales y dejó la política en manos de los políticos. En los últimos años, el sector privado tomó conciencia de nuevo de sus responsabilidades con lo público, y yo creo que la alcaldía de Rodrigo Guerrero, que ha sido espectacular, ha convocado y ha vuelto a juntar a todos los actores.
C.P.: Es como el eslabón perdido; sin embargo, tenemos que registrar, por ejemplo, la muerte de tres jóvenes en Aguablanca porque se atrevieron a cruzar las fronteras invisibles.
P.J.H.P.: Todo esto son secuelas del narcotráfico y todo esto son peleas por el microtráfico entre las bandas criminales. Yo creo que el deterioro social de Cali, que se vive de manera especial por las exclusiones que hay por ser pobre, por ser negro, etc., es el drama de un país que vive un descuaderne total. Yo creo que el drama es de todo el país y no solo de Cali. Nosotros tenemos prácticas de nuestros estudiantes de Medicina en Potrero Grande y la comunidad los respeta.
C.P.: Padre, ¿a quién la va a dejar el rating de sus misas?
P.J.H.P.: Lo va a tomar el padre José Gabriel Gómez, que es un santandereano que tiene un gran carisma, es un estupendo comunicador. Yo tenía mis “fans”. Fue un trabajo a partir del 2003: todos los domingos a las seis de la tarde, un grupo constante muy vinculado a la Compañía de Jesús, a las familias, con una homilía de 10 minuticos a la que le dedicaba dos horas de preparación para no hablar bobadas como hablan tantos sacerdotes. Voy a echar de menos ese encuentro era un momento muy gratificante.
C.P.: Yo no lo he oído en sus homilías, pero me declaro una de sus fans porque usted no parece tener 68 años, parece de 50. ¿Cómo hace para mantenerse así?
P.J.H.P.: Una de las obras de caridad es confortar a los adultos mayores, así que te agradezco. Como diríamos en la cultura tradicional: Dios se lo pague. Tenemos como una genética que nos hace ver la vida con amabilidad. Yo soy gocetas, ese espíritu es herencia de mi madre. Segundo, todos los días hago ejercicio; ahí vuelvo a mi añorado Cali: todos los días en bermudas persiguiendo ardillas. Me cuido en la comida y soy muy organizado en mis horarios. Tengo una vida muy organizada y vivo muy feliz con lo que hago.
C.P.: ¿Y por qué no usa el atuendo tradicional de los sacerdotes?
P.J.H.P.: Yo utilizó mi vestidura –la camisa con el cuellito– para los bautizos, matrimonios, etc., y con mi crucecita.
C.P.: Porque usted sabe que hay mujeres que no alcanzan a ver la crucecita, y usted con esa pinta…
P.J.H.P.: Pues que se pongan las gafas.
C.P.: ¿Pero le ha tocado?
P.J.H.P.: Todo lo manejamos con mucha elegancia.
C.P.: Padre, déjeme terminar con un informe de esta semana. El Comité por la Defensa de los Derechos del Niño hizo un anuncio sobre los casos de los sacerdotes pederastas. Dice la Unicef que lo que ha dicho el papa Francisco hasta el momento son palabras pero no hechos. Quiero preguntarle por su opinión sobre esto.
P.J.H.P.: Yo creo que el papa ha sido contundente en cuanto a tomar medidas, con cambios en la misma legislación del Vaticano. Yo creo que si hubo una ambigüedad, ahora ya no existe. Ahora bien, si hubo esa ambigüedad, era una especie de hipocresía general. Tenemos que darnos todos los golpes de pecho porque hubo encubrimiento, pero tenemos que ubicarnos en el contexto de una cultura hipócrita.
C.P.: ¿Quisiera decir algo más?
P.J.H.P.: Sí, que el trabajo en la universidad es un trabajo en equipo. No hay lugar para los decanos superstar. Me emociona acompañar ese proceso del saber, de la búsqueda…