Por Claudia Palacios
@claudiapcnn
El embajador de Estados Unidos en Colombia, Michael McKinley, no pudo quedarse a ver el partido de celebración por la salida del América de la Lista Clinton pero nada le hubiera gustado más, no solo porque es un hincha furibundo del fútbol sino porque esa era una de sus misiones cuando lo nombraron embajador. Ahora que está casi de salida quedó listo para ser otra vez embajador, pero de Colombia.
Claudia Palacios: Lo vi muy emocionado anunciando la salida del América de lista Clinton; tanto, que pensé que se había cambiado de equipo.
Michael McKinley: Soy hincha del Millonarios, eso no cambia.
Claudia Palacios: Pero ayer parecía hincha del América.
Michael McKinley: Fue un día muy emocionante a nivel personal porque desde que llegué, y por el amor al fútbol que tengo, sabiendo la importancia que tiene un equipo para la cultura y la sociedad, para el perfil de ciudades, y conociendo la historia del América de Cali, quedé verdaderamente muy feliz a nivel personal con el resultado de la semana pasada.
C. P.: Sin embargo, el América ni ninguna de las compañías que han salido de la lista Clinton se pueden dormir sobre los laureles. Hay un seguimiento por hacer.
M. M.: Lo importante es continuar con transparencia una gestión profesional del equipo. De la lista Clinton creo que en los últimos tres, cuatro años han salido más de 500 personas e instituciones, y con todas hay un proceso de seguimiento.
C. P.: Han salido más de 500, ¿y cuántas han entrado?
M. M.: Bueno, creo que casi son más de 2.200, 2.500 instituciones e individuos que están en la lista.
C. P.: ¿Pero ahorita son más las que salen que las que entran?
M. M.: El hecho es que sí. Siempre se dejó claro que este proceso no cerraba la puerta a reconsideración y se ha mostrado que sí hay la opción de salir cuando se cumplen ciertos requerimientos.
C. P.: ¿Y esa cantidad de empresas y personas que han salido, han salido realmente porque cumplen unos compromisos o ustedes han bajado los estándares?
M. M.: No, ¡para nada!, ni hay indultos. Esto sigue siendo un proceso muy, muy serio. Lo trabajamos mano a mano con las autoridades colombianas, si no sería imposible trabajar estos temas de dineros ilícitos.
C. P.: ¿De aquí a septiembre, que es cuando usted se va, otros van a salir?
M. M.: No puedo especular ni postular.
C. P.: Le pregunto eso porque cuando se ven las negociaciones que hacen los grandes narcotraficantes extraditados, que pasan poco tiempo en la cárcel y no pierden todo su dinero, versus las penas que pagan las llamadas mulas, que son muy altas, uno pensaría que ya ante la efectividad de esa negociación con los narcos no hace falta una lista Clinton tan severa…
M. M.: El hecho es que todo lo que se dice en relación con la lista de los extraditados se malinterpreta. Ha habido más de mil extradiciones desde 1997. Si uno se pone a analizar, son pocos los que reciben las penas que se publicitan en los periódicos. El sistema de preacuerdos permite buscar otras pistas, romper los sistemas de transporte y logística, hasta de las mismas otras organizaciones como las Bacrim. Ayuda a profundizar la lucha contra el narcotráfico.
Esto no es un sistema al azar en el que llegan adonde un procurador y el extraditado dice “aquí me va a ir suave, y lo único que tengo que hacer es dar un par de datos en la mesa y me salgo de aquí en dos o tres años”. Simplemente no es la verdad. Solo ha habido una persona que se ha librado de la cárcel.
De los 123 extraditados más importantes narcotraficantes que han sido mandados a los Estados Unidos, desde 2001, el promedio de sentencia es de 19 años. No ha habido acuerdos ni indultos, y en términos de cómo funcionaron los preacuerdos entre 2007 y 2010, 3.000 millones de dólares en propiedades y dineros fueron incautados para el gobierno de Colombia con base en las investigaciones y los preacuerdos con estos extraditados.
C. P.: Claro, pero muchos de esos que son narcotraficantes que están empezando. Pueden decir “me voy a dedicar un rato a esto y después negocio con los Estados Unidos”…
M. M.: El hecho es que no todo el mundo negocia con los Estados Unidos, llegan allá personas que no negocian.
C. P.: Hay una carta de varios presos colombianos en Estados Unidos pidiendo que Colombia firme un tratado de repatriación de presos, así como lo tiene con otros países, sobre todo para personas que por transportar una cantidad pequeña están pagando unas penas mucho más altas que las de los grandes capos.
M. M.: No tengo mayor información sobre eso.
C. P.: En lo que tiene que ver con el Valle del Cauca, ¿el narcotráfico en el departamento pasó a ser una cosa netamente de Bacrim o hay todavía grandes capos o capos importantes?
M. M.: Uno tiene que mirar el tema del narcotráfico en Colombia en términos de los últimos 25 o 30 años. Pasamos de los grades carteles a los mini carteles, a personas que seguían siendo capos importantes como el Loco Barrera pero que cada vez tenían menos alcances en términos del tamaño del negocio que manejaban y del impacto que tenían en la sociedad y la criminalidad. Eso no les resta importancia, pero como mostró recientemente la revista Semana los capos ahora duran menos. Los primeros duraban 15, 17,18 años manejando su negocio; los últimos están cayendo después de 2 o 3 años de haber asumido el liderazgo de grupos de Bacrim.
C. P.: ¿Los Rodríguez Orejuela ya no tienen ninguna influencia en el Valle del Cauca?
M. M.: No, cero, como organización nosotros no hemos visto nada.
C. P.: ¿Y la cultura, en general, del Valle del Cauca?
M. M.: No estuve en este país hace diez años ni veinte, pero lo que yo he visto en el tiempo que llevo aquí es un deseo, particularmente en la alcaldía de Cali, de trabajar con instituciones, empresarios, inversionistas, universidades, en un esfuerzo totalmente estratégico y sostenido para cambiar el ambiente.
C. P.: Justamente se acaba de reunir con 50 empresarios del Valle del Cauca, ¿qué salió de esa reunión?
M. M.: Lo que me impresiona cada vez que voy a Cali –creo que he estado siete u ocho veces– es que Valle del Cauca en su totalidad tiene una variedad y una complejidad y diversidad en su estructura económica. Es una economía regional dentro del país que no solo está dentro de las más fuertes.
Es que las regiones económicas de este país no solo son la capital sino que defienden su propia identidad, y al paso que esta economía siga creciendo –al ritmo del 4 % o 5 %–, estas regiones están desarrollando no microeconomías si no economías que pujan también por vínculos en la región Andina, con el Caribe, con Centro América.
Siempre va a existir el problema de la competencia desigual en los productos manufacturados como la de los sectores agrícolas, sobre la competencia de productos americanos; pero, francamente, se deben preocupar más por la competencia con los productos de Mercosur.
C. P.: Embajador, si le estoy entendiendo bien, la reunión se trató de los empresarios vallecaucanos, preocupados por las condiciones de desventaja frente a Estados Unidos. Y usted respondiendo que no hay tal…
M. M.: Hay que actualizar la conversación sobre el TLC. Uno puede hablar del TLC con los Estados Unidos, pero tiene que hablar en el contexto de los TLC que se están negociando con cuarenta y pico de otros países. Pero no hay esa preocupación, sino la de cómo atraer inversión y tomar las ventajas de los mercados que se abren. Colombia como marca ya se vendió, todos le han dado el visto bueno, en listas de revistas económicas se perfila como uno de los tigres de América Latina o de la economía global emergente. El siguiente paso es llegar a lo concreto en términos de las oportunidades que existen para ciertas regiones del país.
Para ver el atractivo del Valle del Cauca volvamos a los años 50, 60, 70, cuando grandes multinacionales se establecieron en Cali para hacer su producción manufacturera para el mercado del país y también para la región. ¿Por qué vinieron en ese momento? Factores geoestratégicos pero también condiciones de calidad laboral, conexiones, etc. Empezaron a salir a finales de los setenta por las razones que todos conocemos.
Pero ya no hay razón para que Valle del Cauca, con la base económica que todavía existe en la región, no vuelva a ser un centro dinámico. Agroindustria es el futuro de lo que espera el mundo en los próximos diez años. Con la inversión del gobierno nacional en infraestructura –y estamos hablando de 60.000 millones de dólares–, cuando veamos las mejoras en términos de telecomunicaciones y de distribución de energía y electricidad, las condiciones van a ser las más favorables.
C. P.: A usted lo va a tener que contratar el Gobierno como embajador en Colombia.
M. M.: No es una cuestión que se vaya a ver de un día a otro, pero ya ustedes los colombianos conocen mucho mejor que yo que en diez años la transformaciones de las economías regionales es impresionante. Así que hay que seguir construyendo los lazos.
C. P.: Yo me imagino que ayer algunos empresarios le dijeron a usted una cosa que también ellos me han dicho a mí: que la capital del TLC debió ser Cali y no Barranquilla. ¿Se lo dijeron?
M. M.: (Risas) Lo he escuchado. Ayer no me lo dijeron. Tengo un gran amor por ambas ciudades, así que no me voy a meter en el debate municipal.
C. P.: ¿Cual está mejor preparada?
M. M.: El hecho es que Cali, como se sabe, pasó un tiempo muy difícil, que fue largo. Otras ciudades no sufrieron los mismos estragos. Pero este es un país de 46 millones de personas, hay diferentes mercados. Cali, Valle del Cauca, puede trabajar un mercado diferente al de Barranquilla o Bogotá.
C. P.: Uno, por ejemplo.
M. M.: Todo el suroeste del país no va siempre a quedarse en la situación que está. La agroindustria de los Llanos toma vuelo, y es la gran apuesta de los Santo Domingo. Uno ve lo que está pasando del Meta al Huila y Tolima, las conexiones a Buenaventura, el eje de transporte norte–sur a Nariño, Putumayo, la frontera con Ecuador… esto ya no es sueño, pero usted decidirá cuándo se completa. En eso no me meto. En términos comestibles, el crecimiento de la demanda en los próximos diez años se proyecta en Asia. ¿Y cuál es el puerto para Asia? Buenaventura.
C. P.: Bueno, y por eso allá va a ser la cumbre de los mandatarios de la Alianza del Pacífico, pero también va a haber otra cumbre en la que Estados Unidos está muy interesado: la de los gobernantes afro. ¿Viene o no el presidente Obama?
M. M.: Ahí no puedo responder porque no sé. Estos viajes no se planean con mucho anticipo. En este momento no tengo ninguna indicación de que venga el presidente.
C. P.: ¿Cuál es la apuesta de Estados Unidos por el tema de las negritudes en Colombia? Yo sé que ustedes dan ya cursos de inglés para los afrodescendientes, y tienen un proyecto de 64 millones de dólares…
M. M.: Sí, esto no es simplemente una cuestión de ir a una comunidad y entregar recursos para construir escuelas y clínicas. Trabajamos en términos de género, educación, cultura. Hoy en día están saliendo centenares de arodescendientes de las universidades con un nivel distinto en términos de capacidad. Estamos tratando de apoyar a estos jóvenes, identificando a los que puedan ir a realizar posgrado en los Estados Unidos, capacitándolos en el inglés para que se les abran oportunidades. Estamos trabajando con el Ministerio de Educación en un programa piloto de enseñanza de inglés en las escuelas.
C. P.: ¿Ahí lo que hacen específicamente es dar el dinero o traen profesores?
M. M.: Queremos trabajar con base en los centros binacionales colomboamericanos, porque tenemos nueve en el país. Hoy en día ya no tenemos los fondos que nos permiten trabajar de igual forma, así que buscamos ser catalizadores de ciertas iniciativas y trabajamos con el granito de arena que aportamos en ciertos programas que tienen mayor peso, por lo que el gobierno ya está gastando en ellos.
C. P.: Embajador, un tema final pero quizás el más importante: ¿cual está siendo el rol de los Estados Unidos en el apoyo del proceso de paz en Colombia o cuál se proyecta que sea?
M. M.: El apoyo internacional ayuda a crear un ambiente propicio para que las negociaciones se lleven a cabo en términos de confianza. Los Estados Unidos llevamos años trabajando con programas de consolidación en zonas de conflicto, apoyando los esfuerzos de municipios que han sufrido los estragos de la guerra. Hemos adaptado nuestros programas a medida que va cambiando el conflicto en el país. Hubo un énfasis muy importante en las salas de justicia: apoyamos versiones libres, para que hubiese transparencia para las víctimas del conflicto; también se ha fortalecido el apoyo al sistema de capacitación de procuradores; trabajamos con el Ministerio de Justicia, la Fiscalía General de la Nación, programas de reintegración, de desmovilizados. Y estoy convencido de que podremos adaptar nuestros programas para ser útiles a las metas del gobierno y a los compromisos que surjan.
C. P.: ¿Hay alguna banderita roja que su gobierno haya levantado en temas puntuales que se van a discutir, por ejemplo, la participación en política de los guerrilleros desmovilizados?
M. M.: Hemos sido superescrupulosos en dejar claro que las decisiones en el proceso de paz son decisiones de las partes.
C. P.: ¿Y el gobierno estadounidense no tiene condiciones?
M. M.: Nosotros, aunque sea difícil creerlo, no nos hemos metido para nada en las instancias de las discusiones y no nos vamos a meter.
C. P.: No puedo dejar de preguntarle en una entrevista para Cali, ¿cómo está su salsa?
M. M.: (Risas) Mejor mando a mi esposa a bailar. Pero el hecho es que he aprendido un poco, pero me falta mucho todavía. Voy a volver en un par de meses, a ver si para entonces mejoro.