Entrevista de Claudia Palacios
Twitter: @Claudiapcnn
Como ella hay miles de mujeres en Colombia; será por eso que damos por sentado que la vocación social es suficiente para hacer esos trabajos heroicos, como si solo bastara la fuerza del deseo. Eso evidencia el caso de Ana Lucía. Gracias al premio Mujer Cafam 2014, su barco está siendo rescatado del naufragio, a pesar de que el propio presidente de la República le había prometido buen viento y buena mar. Esta es la historia de una mujer de admirar.
Claudia Palacios: Ana Lucía, ¿cómo ha beneficiado el premio su proyecto?
Ana Lucía López: Pues ha sido muy importante. Ya se han manifestado algunas empresas queriendo colaborar, y el sector público también. El ministro de Salud me llamó el sábado y me dijo que tiene la voluntad de apoyar este proyecto.
C.P.: El Gobierno conocía el proyecto desde antes y a usted le habían ofrecido apoyo pero no lo había recibido. ¿Fue necesario un premio para que le pusieran cuidado?
A.L.L.: Realmente el premio de Mujer Cafam para mí fue el grito de auxilio que llevaba dando desde hace dos años. Yo había hablado con el presidente en Tumaco, había tocado la puerta de 1.200 empresas… Este premio fue ese gran impulso.
C.P.: Cuénteme los momentos más duros de esa batalla, de esa búsqueda sin resultados.
A.L.L.: Durísimo: la indiferencia. Durísimo: que se fue desgranando la fundación, los empleados se fueron y al final quedé absolutamente sola, viendo cómo el barco se deterioraba sin poder hacer nada. Ese tema de las EPS fue la causa de que esta iliquidez llegara a ese extremo, porque nos pagaban como ellos querían.
C.P.: ¿Qué era lo que le habían ofrecido que no había logrado que le cumplieran?
A.L.L.: El presidente nos atendió un momento cortico en Tumaco y delegó al ministro. El ministro nos atendió en Bogotá, pero no se encontró la forma jurídica para ayudarnos.
C.P.: ¿Y qué es lo que cambió ahora que parece que sí se va a poder?
A.L.L.: En la Gobernación del Valle nos recibió la primera dama y parece que han encontrado la forma jurídica para poder pasar el dinero.
C.P.: ¿Y eso es a partir de cuándo?
A.L.L.: Espero que este mes se solucione el tema, porque además de que el barco se está deteriorando, también la salud de la gente.
C.P.: ¿Por qué si usted es economista decidió enfocarse en la salud?
A.L.L.: Desde que tenía 20 años empecé a trabajar en la patrulla aérea del Pacífico. Empecé a evidenciar que una de las mayores necesidades del Pacífico es el acceso a la salud. Siempre me enfoqué por el lado de la salud y allí me quedé.
C.P.: ¿Y cómo decidió que para eso era necesario tener un barco?
A.L.L.: Recorrimos dos años haciendo un estudio de factibilidad con la comunidades. Unimos esfuerzos con un colombiano que vivía en Italia, Diego Posso, quien nos donó el dinero. Teníamos un barquito que ya existía, y Diego comenzó a hacer unas misiones, apoyado por Iván Ramiro Córdoba. Empezamos a trabajar durante dos años en el Pacífico. Yo hice el proyecto, y entonces Italia nos apoyó.
C.P.: ¿Y para usted fue una sorpresa echarse al agua?
A.L.L.: Sí, yo tenía la experiencia de la patrulla aérea. Fue una sorpresa porque le tengo más miedo al agua que a volar.
C.P.: ¿Y le pasó algún cacharro, como decimos en el Valle?
A.L.L.: Sí, nos encallamos dos veces. Una vez, yo estaba durmiendo y el barco se levantó. Yo me preguntaba por qué estaba durmiendo de pie. Fue durísimo porque duramos dos días allí.
C.P.: ¿Y cómo hicieron?
A.L.L.: La comunidad, con la lancha de la Defensa Civil y con unas lanchas de unos personajes, que tienen unos motores supremamente potentes, nos arrastró hasta que al fin sacaron el barquito.
C.P.: ¿Y esos personajes quiénes eran?
A.L.L.: Yo creo que era la guerrilla.
C.P.: ¿O sea usted le debe su vida de alguna manera a la guerrilla?
A.L.L.: No. No tan así. Como nosotros somos una misión humanitaria, no hemos tenido problemas con ninguno de ellos; por el contrario, cuando nos ven en estas dificultades tratan de ayudarnos.
C.P.: ¿Usted no tenía gente que le dijera que no se complicara tanto?
A.L.L.: Personas allegadas a mí, en esta crisis me decían: “Deja la locura, tú tienes una hoja de vida buena, anda a buscar trabajo”. Esto me llevó a la quiebra, me llevó a perder mi carro, mis comodidades. Yo en algún momento pensé que estaba poniendo en riesgo a mis hijos, pero la fortaleza y mi proyecto de vida –que es este– me permitieron mantenerme.
C.P.: Usted dice que ha perdido sus comodidades. ¿Qué cosas ha vivido por cuenta de eso?
A.L.L.: Cosas muy difíciles como levantarme un día y no tener qué darles a mis hijos, después de que ellos estaban acostumbrados a tenerlo todo. Las llamadas, las amenazas, la cobradera y, además, mis deudas personales. Fue una vida agobiante y por eso el premio restituye no solo la fundación sino mi vida personal.
C.P.: ¿El premio tiene una platica, verdad?
A.L.L.: Sí. Justo esa platica fue para pagar la hipoteca del apartamento de mis hijos.
C.P.: ¿Qué dicen sus hijos de esa mamá tan aventurera y tan convencida de ese sueño?
A.L.L.: Pues desde pequeños los he dejado mucho tiempo solos. Pero les he explicado y ellos han entendido poco a poco. Yo hago misiones de Navidad y los llevo para que se sensibilicen con las necesidades de los demás, para que sigan mi ejemplo. Mi hijo siempre me decía que me iba a ganar el premio. La felicidad el día que yo llegué de Bogotá era inimaginable. Agradezco a Dios porque los niños aprendieron a ser más racionales y sensibles y a valorar muchísimo lo que tenemos en este momento.
C.P.: ¿Cómo le celebraron sus hijos?
A.L.L.: Felices. Yo lo celebré invitándolos a almorzar, porque hace rato no sabíamos qué era salir a almorzar a un restaurante.
C.P.: Cuénteme la historia que más la ha marcado o la historia después de la cual usted ha dicho “todo ha valido la pena”.
A.L.L.: Son dos. Una historia fue la primera misión, una historia bonita porque entendí para qué era que el barco se había hecho. Fue cuando nació la primera bebé en el barco, a quien le pusieron Rafaela, por el barco, que se llama San Rafael. Escuchar ese llanto fue una alegría en el alma y dije: “Ya entendí para qué estoy yo aquí”. Y otra historia que fue muy dura, fue una mujer en El Charco Nariño que la operamos para que no tuviera más bebés. Tenía como 10 o 12 hijos. Le acababan de matar a su esposo y al hacerle un examen de embarazo, le dio positivo. Esa señora se derrumbó totalmente, era desplazada. Empezamos a trabajar con el equipo para que ella aceptara a ese hijo y luego hicimos una alianza con la alcaldía y conseguimos un apadrinamiento de Iván Ramiro Córdoba, que siempre ha sido muy generoso con nosotros. La apadrinó durante casi un año. Cuando tuvo su bebé, la operamos y la Alcaldía le dio trabajo. Después de un año ella me miraba a los ojos y me decía: “Ustedes me cambiaron la vida”.
C.P.: Ana Lucía, usted ha dicho que está sola con sus tres hijos, no sé si usted se separó de sus hijos y no sé si quiera compartir parte de su historia personal e íntima, pero me llama la atención saber por qué el papá de sus hijos no está con una mujer tan valiosa como usted.
A.L.L.: Duré 12 años de casada. Mis tres hijos son de mi matrimonio. Hace 6 años él se fue de la casa. Son las cosas de la vida que uno no entiende. Mi papá ha estado presente en todos los aspectos de mi vida; un campesino que a pesar de su origen humilde nos enseñó a ser luchadoras. Yo tuve un padre ejemplar, eso esperaba yo del padre de mis hijos, pero lamentablemente no lo logré. Lamentablemente, el machismo en Colombia hace que los hombres subvaloren mujeres que realmente valen la pena. También depende de nosotras las mujeres que no permitamos que nadie pase por encima de nuestros principios y de nuestra dignidad. He logrado salir adelante y me siento muy tranquila.
C.P.: Esa historia se debe parecer a la de muchas de las mujeres que usted ha ayudado. ¿Qué reflexión hace acerca de eso?
A.L.L.: Son los principios y valores que se han perdido. Yo recuerdo que cuando joven, tener una relación con un hombre casado era visto como un pecado, y uno valoraba eso. Hoy no hay respeto hacia eso. Los principios y valores de las jovencitas y de los mismos hombres que no respetan la familia, eso ha ido degenerando el tema de familia y de las relaciones de pareja. Y lo otro es el tema de la banalidad, de la gente que se mete en la silicona y la rumba y se olvidan de lo más importante, que es la construcción de una familia.
C.P.: Usted de alguna manera, con su fundación y su barco, es uno de los eslabones del sistema de salud en Colombia. ¿Cuál es el diagnóstico? ¿Estamos pensando en reformar lo que hay que reformar o hacia dónde debería ir la solución?
A.L.L.: En el papel se han escrito cosas maravillosas que en la realidad no se cumplen. Hay un modelo de atención que fue estructurado por la OPS, que es el tema de la atención primaria en salud. La atención primaria en salud es lo que nosotros hacemos, que consiste en los equipos extramurales que se desplazan hacia las poblaciones donde no hay servicios de salud, pero eso no se cumple. En los hospitales del Pacífico usted no encuentra sino un médico; si hay médico, no hay medicamentos. Hay uno o dos médicos para 14.000 habitantes.
C.P.: ¿Pero no se cumple porque se roban la plata o porque no es el personal idóneo, o por qué, qué habría que cambiar?
A.L.L.: Los recursos no llegan. Si usted multiplica una población de 14.000 habitantes por $560.000 que vale la UPC, eso le da el valor de la transferencia que se hace a las EPS para el régimen subsidiado, pero no sé dónde se queda el recurso.
C.P.: Para terminar, usted viene de Pradera, de papá campesino, ¿qué fue lo que vivió en su infancia, que a pesar de tener otras oportunidades, se enfocó en el trabajo social y dedicó su vida a esto?
A.L.L.: A los 8 años, cuando bajamos del área rural de Pradera a Cali, yo me preguntaba por qué tanta desigualdad, y no me parecía justo. Esa sensibilidad se fue formando desde muy pequeña por mis propias vivencias. Aunque mi papá no permitió que pasáramos hambre, la verdad nos faltaba todo: ¡yo vine a saber qué era un televisor como a los 15 años! No teníamos ni luz ni nada de esas comodidades, y por eso quería que lo que yo hiciera beneficiara a los demás.
C.P: ¿Algo más?
A.L.L.: Yo quisiera invitar a la gente a conocer nuestra obra. Está en nuestro Facebook, que es barcohospital@hotmail.com. Nosotros hemos hecho un trabajo honesto y nos gustaría que nos dieran la oportunidad de mostrarles este proyecto.